lunes

SENTENCIA


El caso de “la chica de Qatif” ganó el repudio internacional. Se trata de la joven de 19 años condenada por “adúltera” a 200 latigazos, pese a haber sido víctima de una violación múltiple. Hubo rechazos de organizaciones, personalidades y políticos de todo el mundo. Pero el gobierno de Arabia Saudita no se conmovió. Ayer, en el Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer, el Ministerio de Justicia de ese país acusó a los medios extranjeros de falsear la información sobre el tema y anunció que la sentencia será cumplida sin dilaciones.



Una mujer es condenada en Pakistán a ser violada por los abusos de su marido a una menor

Rafiq Naunari había abusado a una menor de 8 años.

Un tribunal tribal condenó a su mujer a ser violada por el padre de la víctima.

La mujer ha huido del domicilio para evitar la sentencia.
Estas sentencias, al margen de la ley, son comunes en las zonas rurales de Pakistán.

Una mujer de una localidad del centro de Pakistán huyó de su casa tras dictaminar un consejo tribal que ha de ser violada por el padre de una menor de la que abusó su marido, en un caso que ninguna de las familias afectadas ha planteado a la Policía, informó la prensa.
La corte tribal juzgaba a Rafiq Naunari, padre de cinco hijos y habitante del pueblo de Jehanian, cerca de Multán, la capital de la provincial oriental paquistaní de Punjab, según el diario "Daily Nation".

Violar a la mujer del violador

El pasado día 23, Naunari fue sorprendido abusando de una niña de ocho años a la que había secuestrado cuando ésta acudía al colegio, pero logró escapar y aún está en paradero desconocido.

El padre de la víctima se dirigió al "panchayat", una especie de "corte" local, que estudió el caso y rechazó varias de las ofertas de la familia Naunari para limpiar su honor por el delito de Rafiq.
Los tres hermanos de Rafiq ofrecieron a sus cuatro hijas en matrimonio al padre de la niña violada, Muhammad Nawaz, que las rechazó.

La corte dictaminó entonces que fuera la esposa de Rafiq la que pagara el delito de su marido siendo entregada a Nawaz, pero la mujer logró huir antes de que se ejecutara la "sentencia".

Sin denuncia ante la policía

El oficial de Policía de Multán Mirza Muhhammad Ali explicó que ni la familia de la niña violada ni la del violador han denunciado el caso ante las autoridades.

La Policía ha arrestado a dos hermanos y un sobrino del presunto violador y ordenado que se haga un estudio médico a la niña para recabar pruebas de la violación y poder formular una denuncia.


Aunque penadas legalmente, en zonas rurales paquistaníes siguen siendo frecuentes "veredictos" como el de Jehanian, basados en códigos de honor feudales que hacen pagar a las mujeres los delitos cometidos por los hombres de su familia.

sábado

Se llama violencia, no pasión


Por Marta Dillon
Según la Red solidaria, en un informe que se publicó en el portal del Canal 26 de noticias, una mujer es asesinada cada 36 horas en el país. El 40 por ciento de los crímenes, aseguran, son cometidos por sus parejas. Es decir que para las mujeres es más peligroso estar en casa que salir a la calle. El miedo anida dentro y no se puede nombrar porque la retórica del amor suele meter la cola y porque muy pocos y pocas quieren saber lo que sucede puertas adentro de cualquier casa o de cualquier relación.

Es fácil imaginar que estos hechos sin retorno son emergentes de un mar de violencia en el que nadar es sobrevivir apenas y pedir ayuda puede significar –si no se la recibe de inmediato– en hundirse definitivamente. En España, donde hace poco se modificó la ley de violencia de género convirtiéndola en un problema de Estado, la reacción inmediata fue un incremento de las denuncias y también de la violencia misma: haber modificado el estado de las cosas, desnaturalizar el lugar del varón y de la mujer en las parejas, trajo una especie de revancha que se cobraba en el cuerpo de las mujeres. Y lo que es más, buena parte de las muertes que se difundían en los medios –empujadas por esta categoría de cuestión de Estado que había adquirido la violencia de género– tenían que ver ya no con parejas sino con ex parejas que cumplían aquel rito de “será mía o de nadie”. Ahora mismo, pasados un par de años desde la primera reacción, aparece otra, no menos peligrosa: acusar a las mujeres de provocar a los varones, inventar una conspiración feminista que oculta que el 40 por ciento de las víctimas de violencia familiar son varones... en fin, basta revisar la revista Epoca de España, publicación de nostalgias franquistas, es cierto, pero portavoz de una tendencia que se da no sólo en la península sino en buena parte del mundo, tanto en lo que hace a la violencia de género como al abuso sexual infantil. La operación es simple, las mujeres mienten, los niños y niñas mienten influidos por sus madres y hay quienes han descripto este fenómeno con un nombre científico (Síndrome de Alienación Parental) que ahora mismo se esgrime en los juzgados de familia.

Es que hay veces en que ver, duele. Duele ver lo que sucede dentro y duele saber que dentro se replica más allá de las cuatro paredes de cualquier casa. Parece, a juzgar por el modo en que los medios seguimos tratando la violencia de género, que es más fácil pensar que se puede amar hasta la muerte (de la otra, en la inmensa mayoría de los casos), que la pasión ciega al punto de no diferenciar entre la vida y su contraste, que asumir que el amor propio, el ego machista, el odio hacia quienes eligen vivir la sexualidad a su manera puede ejercerce hasta llegar a matar. No se trata de crímenes pasionales, es algo que se ha dicho hasta el hartazgo, y sin embargo cada vez que se asesina a una mujer lo primero que se dice es que se trató de un crimen pasional. ¿Dónde estaría la pasión? ¿En la saña? ¿En la elección de las partes del cuerpo donde se lastima? ¿En el disciplinamiento que se aplica sobre otras mujeres que ahora mismo están siendo víctimas de violencias más sutiles pero no menos graves?

Pareciera que los y las periodistas –a no ser que trabajemos a diario pensando en las inequidades de género– no podemos encontrar otro relato para estos hechos ¿o es que no hay voluntad de buscar palabras?

Esta semana se difundió el parto por cesárea de una nena de 11 años y el embarazo de otra de la misma edad. Cada vez que se contó las historias de estas niñas se habló de la “presunta” violación o abuso. ¿Qué chances hay de que la nena haya querido tener relaciones sexuales? Ahí la palabra correcta según un diccionario helado que no ve más allá del expediente y se traga entera a la vida misma, a lo mismo que quienes escriben no ven, no quieren ver porque duele y obvian así que la violencia se reproduce en esas palabras supuestamente frías. El domingo es el día internacional contra la violencia contra las mujeres, el calendario fija su marca para que el tiempo se vuelva circular y nos obligue a pasar por la misma estación, a ver lo que otras veces no se quiere ver. Una oportunidad para abrir los ojos, aunque duela, para obligar a las palabras a nombrar en lugar de ocultar.

Violencia contra la mujer a través del ciclo de vida

Pre-natal
Abortos selectivos según el sexo; efectos sobre el recién nacido de la violencia durante el embarazo
Infancia
Infanticidio femenino; abuso físico, sexual y psicológico
Niñez
Matrimonio infantil; mutilación genital femenina; abuso físico, sexual y psicológico; incesto; prostitución infantil y pornografía
Adolescencia y vida adulta
Violencia durante el cortejo y el noviazgo (e.g. alteración de bebidas y violaciones); sexo forzado por razones económicas (e.g. niñas estudiantes que tienen relaciones sexuales con adultos a cambio de favores); incesto; abuso sexual en el sitio de trabajo; violaciones; acosamiento sexual; prostitución y pornografía forzada; tráfico de mujeres; violencia conyugal; violación marital; abuso y homicidio; homicidio conyugal; abuso psicológico; abuso de mujeres discapacitadas; embarazos forzados
Vejez
'Suicidio' forzado u homicidio de viudas por razones económicas; abuso físico, sexual y psicológico

jueves

“La violencia no es sino una expresión del miedo”



Cobarde, un muchacho catalán golpea a una adolescente inmigrante que viaja sola en un tren de Barcelona.

Nunca nadie más cobarde: en un vagón casi desierto, a una chica menor de edad, sentada sola, mirando para abajo.

Cobarde, la golpea.

Por miedo, paralizado por el miedo, otro muchacho que está sentado en diagonal a la chica, frente a ella, frente a los golpes, frente al golpeador, testigo de todo, no hace nada por ayudarla.

De miedo, mira para otro lado mientras la violencia ocurre. Entonces, la violencia ocurre.

Por miedo, la madre de la chica ecuatoriana no denuncia en la Justicia la brutal agresión física y espiritual que ha sufrido su hija en ese tren cuando ella se lo cuenta.

De miedo, hace silencio, silencia lo que ha ocurrido. Por miedo, se mudan de casa.

Cobarde, el muchacho catalán. Cuando todo sale a la luz porque alguien que vio el video de la agresión grabado por la cámara de seguridad del tren actúa de oficio, dice que lo hizo porque estaba borracho, y punto; cobarde.

Con miedo, el muchacho que vio golpear a la niña y no hizo nada denuncia en una comisaría que sus vecinos lo insultan por no haber reaccionado frente a la agresión, pues lo reconocieron en el video.

Por miedo, la chica ecuatoriana ahora no quiere salir de su casa; por el miedo de ser golpeada por un cobarde; por el miedo de ser inmigrante; por el miedo de no ser defendida por nadie; por el miedo a un mundo que por miedo ejerce la violencia, se calla la boca, mira para otro lado, se exime de ser solidario, de comprometerse con el otro, de gritar por el otro, de tener un gesto de valentía para darle una mano a alguien.

Por miedo al miedo de los demás, no quiere salir de su casa.

Y el de ella es un miedo indiscutible.

Finalmente, el miedo ha ganado la batalla: logró que alguien estuviera aterrado con razón.

Por miedo a las diferencias, por miedo al que no es igual a uno, por miedo al otro, por miedo a la diversidad, los cobardes construyen odio y rechazo, y lo pregonan, lo ejercen, lo divulgan, para que otros cobardes también se sumen al miedo, al odio, al rechazo.

Por miedo a compartir algo de lo que se tiene, los cobardes se espantan, se aterran, se aferran a sus miedos y ven enemigos donde no los hay.

Por miedo, se construye una industria del miedo, y el miedo amenaza, como dice Eduardo Galeano: si habla, tendrá desempleo; si camina, tendrá violencia; si piensa, tendrá angustia; si duda, tendrá locura; si siente, tendrá soledad.

Cobarde el muchacho catalán, nunca nadie más cobarde: golpear a una inmigrante.

Y cobardes todos los que quieren asustarnos para que cerremos con candados nuestros corazones.

Por Mex Urtizberea