lunes

De mujeres, presidentas y putas


Los discursos airosos de las hermanas de género ya empezaron a oírse esta semana con eso de que la mayoría sufragante argentina lleva pollera, así como el primer y segundo lugar en las votaciones presidenciales. Lo de las mujeres es raro, porque así como es innegable que cada vez tenemos más visibilidad en los escenarios de poder, también crece notablemente la tendencia de las que están más jodidas. Yo sí creo que cuando se trata de padecer las miserias del mundo -así como en los barcos a punto de hundirse- las mujeres y los niños siempre vamos primero.

El domingo mismo, cuando las dos mujeres más importantes de Sudaquia para la fecha –Cristina y Lilita–, celebraban sus respectivas victorias, un grupo de prostitutas en El Alto, Bolivia, hacía huelga de hambre; algunas se cosían los labios y otras se sacaban sangre para escribir en las paredes sus demandas al Gobierno. Es que los vecinos del sector les exigen dejar sus trabajos porque dicen que no les gusta vivir en un barrio en el que se la pasan merodeando señores que consumen alcohol y drogas y señoritas de la calle, entonces se armaron de palos y rompieron los sitios de trabajo de estas mujeres, a saber: cabarets, bares y posadas de paso. Un poco extremo, se podría decir, pero es mejor no decirlo porque en estas cosas la palabra extremo resulta siempre una grosería.

El caso es que pensaba en el rol de las mujeres: en si esto de que haya unas tan importantes incide –por algún asunto probabilístico o un juego cósmico– en que haya menos jodidas. Y ni siquiera me refiero al hecho de que si una mujer es presidente o alcaldesa o gerente general de una confitería haga que la institución/empresa correspondiente tenga mayores consideraciones de género, porque acá es cuando los hombres saltan a decir que a cuenta de qué, si es que acaso el mundo tiene que regirse por la justicia hormonal, y las mujeres responden que no, claro, obvio que como presidenta te interesan igual los niños discapacitados que las niñas prostitutas, o el aborto que la adicción al paco… En fin: que ni siquiera es eso, sino algo más general, algo que no tiene que ver con la voluntad de la que tiene el poder sino con la vida misma, con cómo miramos las cosas que nos pasan y las conquistas que nos atribuimos por tener algunos tacos bien posicionados en la política. Me gustaría saber, de verdad, si hay alguna relación natural y necesaria que nos deje más tranquilas. Pero supongo que es mucho pedir, una fantasía; que una mujer que adquiere poder no significa ni remotamente que otras se salven, significa que una mujer adquiere poder. En el caso contrario, en cambio, la relación que se establece parece estar más clara: muchas veces una mujer jodida significa también niños delincuentes, jóvenes adictos, hombres abusadores, barrios enardecidos, gente armada con palos, sangre en las paredes. O sea, una sociedad jodida. La pregunta es obvia:


¿De qué le sirve a las mujeres que haya mujeres poderosas?