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MUJERES DE NEGRO


La red internacional Mujeres de Negro finalizó hoy su decimocuarto congreso, que han celebrado desde el pasado jueves en la ciudad de Valencia, reivindicando la capacidad de las mujeres para mediar en la resolución de conflictos desde una visión diferente, más partidaria del diálogo.

El encuentro, bajo el lema 'Las relaciones entre mujeres como política alternativa para la paz', ha reunido a más de 400 mujeres procedentes de países en conflicto, como Irak, Chechenia, la antigua Yugoslavia, Sudáfrica, Colombia o Israel, entre otros.

Denunciar la violencia específica contra las mujeres y buscar la participación femenina en la resolución de conflictos y en las negociaciones de paz, han sido algunos de los objetivos de estas jornadas que concluyen hoy con una concentración en la playa de la Malvarrosa de Valencia.

Una de las organizadoras de este encuentro y miembro de la asociación Mujeres de Negro en Valencia, María Huertas, explicó en declaraciones a EFE, que estas jornadas han servido, entre otras cosas, para demostrar que hay mujeres muy válidas para mediar en la resolución de conflictos.

Huertas, quien admitió que el reconocimiento de esta labor es una cuestión que se irá consiguiendo 'muy poco a poco', destacó el papel que muchas de las participantes en el congreso han tenido y siguen teniendo en enfrentamientos entre regiones, como el que se da entre Rusia y Chechenia.



En este sentido, destacó la labor de mujeres, 'que han trabajado en proyectos de intercambios culturales entre escuelas para que no crezca el odio' entre los niños de ambos lugares, como es el caso de Sacita Israilova, directora de la Biblioteca Central de Grozny, y que ha participado en proyectos de reconciliación con mujeres rusas.

De igual modo, se refirió a los testimonios que han dejado las mujeres provenientes de Irak, y que, explicó, han aportado una visión del conflicto diferente al que transmiten los medios de comunicación, y que va más allá de los atentados que llenan los informativos diariamente.

Las representantes de las distintas regiones iraquíes que han visitado Valencia han explicado que alrededor del '70 por ciento de las mujeres de este país han sido violadas', afirmó Huertas, quien añadió que también les han transmitido los problemas que tienen las niñas y la obligación de todas ellas de salir a la calle cubiertas.

Este encuentro también ha servido para profundizar más allá de los conflictos más conocidos, como el iraquí o el palestino-israelí, y llegar a otros como los que suceden en Sudamérica y en Centroamérica o en Africa, que en ocasiones son menos conocidos por no estar tan presentes en la actualidad diaria.

viernes

DOBLE CASTIGO


Matar por omisión. Esas son las palabras que retumban intramuros en la Unidad 33 de la cárcel de mujeres de Los Hornos desde que Yoel murió a causa de una bronquiolitis ignorada por los médicos del Servicio Penitenciario Bonaerense. En apenas seis meses, desde que Natalia lo parió en prisión, los ojos del chiquito habían aprendido a recorrer las paredes y los camastros que sudaban frío cuando sobrevenían los cortes de agua y calefacción. Piel de bebé acostumbrada a contenerse en cuatro pañales diarios que otorgaba el Servicio; boca todavía alimentada a teta y a partidas de leches magras en nutrientes. Y sus oídos empezaban a saber de rebeliones internas por la escasez de pediatras, la falta de nebulizadores (llegaron cinco después de que muriera), la medicación a cuentagotas o la ausencia de una ambulancia que permitiera el traslado urgente para seguir vivo. Durante los últimos tres años, otros cinco chicos fallecieron por causas similares a las que mataron a Yoel. En el penal, las internas aseguran que la muerte no esconde misterio alguno: las enfermedades respiratorias y dermatológicas en los bebés son moneda corriente aunque negada por el propio SPB. “Muerte súbita”, dijo el parte oficial, aun cuando hubo que trasladar de urgencia y por cuadros similares a otros dos, y se comprobaron los pedidos reiterados de atención médica que hizo Natalia.

“Al bebé lo mató la negligencia consciente del sistema”, lamenta A., encerrada con su hijo hace dos años. “Nos vulneran los derechos porque no interesan; por qué va a importar entonces darnos un lugar y asistencia dignos para nosotras y los chicos. La ecuación es simple: ¿cómo vas a proveer al que no existe?”





El doble castigo

“¿Sabés por qué Natalia le puso ese nombre a su hijo? Porque sentía que reforzaba el lazo de hierro que las mujeres establecen con sus chicos dentro de la cárcel. ‘Aquí adentro sólo somos yo y él’”, nos explicó un día. Era su primer hijo, era todo. Sus compañeras nos dijeron que en ningún momento los médicos lo atendieron correctamente, que no le daban la medicación adecuada, que el día de su muerte amaneció entre ahogos por los problemas respiratorios. Lo sacaron entre varias hasta Sanidad y el corazón aún latía, pero el traslado al Hospital de Niños de La Plata no pudo parar lo inevitable. Y entonces ellas protestaron, se montaron de nuevo a una huelga de hambre. Azucena Racosta coordina el taller de comunicación de Radio La Cantora desde hace quince años, los suficientes para advertir en los cuerpos de las presas “un mapa de las perversidades del sistema que también se dibuja sobre sus hijos e hijas. No es casual que en todas las cárceles donde realizamos el taller de audiovisual los presos elijan como tema las deficiencias de la atención sanitaria. Precisamente cuando ocurrió lo de Yoel, las mujeres estaban realizando un documental sobre esos agujeros negros. Y adiviná qué pasó: las autoridades del penal nos prohibieron seguir filmando”.

No hablar en tono elevado, pedir permiso para ir a jugar, hacerlo solo, en lo posible, para no romper la simbiosis entre los otros niños y sus madres, solicitar que le abran las puertas, desplazarse en el perímetro imaginario que cercan las mujeres, gritar de alegría o por capricho en horarios permitidos, prescindir de los árboles, tragarse el cielo desde una abertura, rogar al santito enfermarse poco para no terminar en el hospital con un agente penitenciario al pie de la cama. Saber que a partir de los 4 años, ese muro de contención inmenso que es mamá sencillamente no va a estar más. Y el sistema, como lo denomina Racosta, seguirá tejiendo su castigo por partida doble, casi siempre con la institucionalización y muchas veces con el otorgamiento de la guardia provisoria a gente “de probada honradez”, como suelen argumentar los jueces de Menores.

“Es un doble castigo porque además de infringir la ley, estas mujeres rompieron con el lugar esperado para ellas dentro de la sociedad. Y eso a veces se remite a las familias o a las parejas, que dejan de verlas. Sobre todo a las madres: son las que menos visitas reciben. Creo que porque un niño dentro de la cárcel es portador de la causa de su madre y de los castigos que ella sufre por parte de la sociedad y la familia”, sostiene Laurana Malacalza, coordinadora del área de género del Comité Contra la Tortura (CCT), de la Comisión Provincial por la Memoria. “La visita es vital porque significa la única oportunidad para los niños de consumir alimentos que no les provee el SP, como yogures y postres, y para sus madres de recibir más pañales, ropa, elementos de higiene personal. Como eso casi nunca ocurre, el único beneficio que tienen las madres y las embarazadas es la construcción del vínculo con sus hijos, campeando, por supuesto, el prejuicio de que los usan como escudos de protección contra la violencia institucionalizada en las cárceles.”